jueves, 17 de septiembre de 2009

Macri y el gobierno "más fascista"

El mercader y pensador argentino Mauricio Macri ha declarado que el gobierno nacional es “el más fascista que hemos tenido en años”. ¿Cuáles serán, para Macri, los otros gobiernos fascistas, aunque menos, que hemos tenido? ¿Cuántos serán los años a los que alude en su sentencia? ¿Habrá formado su concepto de fascismo en el Colegio Cardenal Newman y en la Pontificia Universidad Católica Argentina, establecimientos educativos de conocida ideología libertaria en los que cursó sus estudios, por llamarlos de alguna manera? ¿Lo habrá instruido en la materia su amigo el comisario Jorge el Fino Palacios? Y si considera que el gobierno es fascista, ¿por qué está en la oposición?

Cuarteto de cuerdas

En Adiós, muñeca, el detective Philip Marlowe conversa con Randall, un compañero ocasional. Hablan de una muchacha que se ha empeñado en ayudar a Marlowe. “Usted le gusta”, intercede Randall. El detective le dice que ella es una buena chica, que no es su tipo. El otro, entonces, le pregunta si no le gustan las chicas buenas. Marlowe responde: “Me gustan las chicas que son duras, las que brillan, y que están cargadas de pecados”.

Raymond Chandler, autor de la novela y creador del personaje, nació en Chicago en 1888, fue al colegio en Inglaterra y vivió buena parte de su vida en California. Era un hombre brillante, que tuvo la dura vida de un alcohólico, y que se casó con una mujer pecadora, casi veinte años mayor que él. Como fuera, se las arregló para convertirse, antes de la mitad del siglo pasado, en uno de los padres del policial negro.

Detestaba a los críticos literarios tanto como respetaba a los buenos escritores. En 1950, a raíz de la publicación de un mal libro sobre Scott Fitzgerald, le escribió a un amigo que nadie tenía derecho a hacer desastres con el autor de El gran Gatsby, también alcohólico, que había estado “a sólo un paso de ser un gran escritor”. Él tenía, según Chandler, un genuino encanto. “No es cuestión de escribir bonito o límpido”, precisaba: “Es una clase de magia discreta, controlada y exquisita, la clase de cosa que producen los cuartetos de cuerdas”.

Chandler murió hace medio siglo y algunos meses. Para los lectores de sus novelas, sin embargo, Philip Marlowe sigue sentado a la mesa de un bar de Los Angeles, frente a dos copas. Una es para él. La otra, para un amigo que ya no vendrá, y a quien le dispensa un mudo y largo adiós. En la barra, tal vez, brilla una chica dura, cargada de pecados. Si se aguza el oído, también allí se puede escuchar una música como de cuarteto de cuerdas, por encima de los ruidos de la calle.

martes, 8 de septiembre de 2009

Bergoglio, arzobispo de una ciudad muy linda


"En esta ciudad tan linda que tenemos, hay esclavos", denunció, profético, sorprendido, el cardenal de la iglesia católica y arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, en el sermón de una misa que celebró al aire libre el viernes 4, en la Plaza Constitución.

Tiene razón, Bergoglio, y hay muchas otras cosas horribles en esta ciudad tan linda. Hay curas que abusan sexualmente de los niños, por ejemplo, y hasta los violan. Y usted debe saberlo, y tal vez en algunos casos sepa dónde actúan, y cómo se llaman. Pero no los denuncia. También tiene razón en que “hay trata de personas”, y no sólo de mujeres sometidas a la prostitución. También la hay de bebés. En esta ciudad tan linda hay matrimonios que viajan a Misiones y vuelven de allí con niños recién nacidos a los que no han adoptado según la ley. Los han comprado, y los inscriben como si fueran sus hijos, y en muchos casos los curas de las parroquias que dependen de usted los bautizan sin preguntar nada.

"En esta ciudad en que vivimos nos quieren debilitar, nos quieren robar la fuerza y la dignidad", dijo también. Pero ¿quiénes son los que quieren hacer esas cosas, Bergoglio?, ¿quiénes son los malos de la película de su homilía? Al que gobierna esta ciudad tan linda, usted lo conoce bien. Se llama Mauricio Macri, y es amigo de su amiga Gabriela Michetti, de quien usted es, ¿cómo lo llaman?, asesor espiritual. Y usted conoce muy bien a los dueños del poder y del dinero, en la ciudad y en el país. Muchos de ellos son feligreses suyos, colaboran con su iglesia, y habrán estado más de una vez con usted, hablando de cosas de dios y de los hombres. Y si no son ellos, ¿quiénes son, Bergoglio?, ¿y para qué quieren debilitarnos?

Según usted, "Buenos Aires se olvidó de llorar, que reconcilia”. Pero esta ciudad tan linda ha llorado mucho, muchas veces. Hubo una época en la que funcionaban en Buenos Aires una cantidad de centros clandestinos de detención. En uno de ellos, que está en una avenida muy linda, a la altura de Núñez, estuvieron secuestrados en 1976 dos sacerdotes subordinados suyos, de los que alguien les dijo a los dictadores que eran guerrilleros. Ellos sobrevivieron, y han dicho que el que los había acusado era usted. Hasta hubo investigadores que lo pusieron por escrito, y citaron testimonios y pruebas. En esa época se lloraba mucho en esta ciudad tan linda, y nadie se reconcilió. ¿Es ese antiguo llanto el que se ha olvidado, y que usted ahora reclama?

Anímese, y diga las cosas con todas las letras, Bergoglio. No permita que las ovejas de su rebaño pongan nombres equivocados en los casilleros de los culpables. A menos que eso sea lo que quiere. A menos que lo que usted quiera sea que su pueblo culpe a los adversarios políticos de sus amigos. Sería otra cosa demasiado fea para una ciudad tan linda.

martes, 1 de septiembre de 2009

Pesares en primavera


Es agosto de 1815. José María Paz tiene 23 años. Sirve con el grado de mayor en el Ejército del Norte. Acaba de perder la movilidad de su brazo derecho a causa de una herida de bala en el codo durante el combate de Venta y Media, por lo que durante el resto de su vida política y militar será conocido como el Manco Paz. También acaba de sufrir la muerte de su amigo Diego Balcarce, uno de los pocos compañeros de armas a quienes dispensaba su aprecio y su admiración.

Es un hombre inteligente y racional, un lector insaciable. Es severo, reservado, austero. A lo largo de su vida estará once años preso de Estanislao López y de Juan Manuel de Rosas, se casará en la cárcel con su adorada Margarita Weild, la perderá a ella y a dos de sus hijos, que morirán prematuramente, adquirirá fama de jefe cerebral, estudioso, imbatible, sobrevivirá en el destierro trabajando como zapatero y vendiendo las empanadas que cocinará con su mujer, será un analista implacable de la vida política en el Río de la Plata.

Cerca del ocaso, escribirá sus Memorias. Sin proponérselo, alumbrará algunas de las mejores páginas de la literatura argentina del siglo XIX. Será entonces cuando recuerde este momento de su juventud. Escribirá: “Además de los males físicos que me aquejaban, la muerte de Balcarce, acaecida en agosto, había hecho una profunda herida en mi corazón. En el agosto anterior había perdido otro amigo, el capitán Tejerina; de modo que este mes vino a ser para mí un mes fatídico; después, cuando otros sucesos azarosos de mi vida han pesado de un modo terrible sobre mi existencia, tuve motivos de confirmar que en las primaveras, sea por casualidad, sea por un conjunto de circunstancias, se agravan mis pesares y mis males”.