A fines de los años setenta, en los años más negros, nos
reuníamos todos los viernes a la noche a leer a Eric Hobsbawm en un
departamento de dos ambientes de Palermo, que todavía era un barrio con
almacenes y talleres mecánicos. Éramos cinco profesores de Historia a los que
se nos había escamoteado el saber de uno de los más notables historiadores del
siglo. Durante esos viernes leímos y discutimos Las Revoluciones Burguesas y
otros textos, y aprendimos algunas cosas para siempre. Muchos años después, a fines del siglo, Hobsbawm definió a Carlos
Marx como “lo que los japoneses llaman sensei, es decir, un maestro intelectual
con el que se tiene contraída una deuda que no se puede pagar”. Más de una
generación de historiadores, seguramente, piensa lo mismo de él.
He sentido hoy el mazazo de la muerte de Hobsbawm: algo así como una incipiete intemperie que acecha la espalda.
ResponderEliminarCada muerte, Castoriadis, Derrida, me han ido transformando en un huérfano. Sensación que hoy se incrementó.
Recomiendo mucho un libro de Hobsbawm que contiene un largo resportaje al historiador sobre el siglo XXI. Lindisimo y exacto recuerdo, Ulises. Un abrazo.
ResponderEliminarLuis