“Se va la Chola, Chola se va”, cantaba el uruguayo Eduardo Mateo
hace más de cuarenta años. “Qué soledad”, cantaba, porque la Chola se iba de su
casa. A la mamá se le iba la Chola, a vivir sola o vaya a saber, porque Mateo
no lo explicaba. En el discurso pre político y casi pre lingüístico de Mauricio
Macri, la independencia que los pueblos de esta región del mundo proclamaron en
1816 respecto de las poderosas monarquías europeas era más o menos lo mismo que
la ida de la Chola de la casa de su mamá.
Por eso le dijo a su “querido rey”, Juan Carlos de Borbón y Parma, asesino de
elefantes, y tal vez no solo de elefantes, pero sobre todo discípulo preferido
del dictador oscurantista y genocida Francisco Franco, caudillo de España por
la gracia de dios, que los revolucionarios de 1816 debían haber sentido
angustia al separarse de la Corona.
Ni Mateo ni su hermosa canción tienen ninguna
responsabilidad en el asunto, claro. En todo caso, si lo cité es porque esa
canción es una de las obras musicales que mejor me transmiten la angustia de la
partida de la hija que se independiza. No es que Macri esté a la altura de ella.
Pero el modo en que el Presidente se
refirió el 9 de julio a la declaración de la independencia de la Provincias Unidas
de la América del Sur remite a eso, a la despedida de un hijo que ha crecido y
que se va, no sin angustia, de la casa de sus padres.
Seguramente, si se tiene en cuenta la historia familiar del
personaje, el asunto da para que los psicólogos opinen. Pero me resisto a tratarlo como un negocio
privado. Macri ignora explícitamente la causa
popular americana y la de sus líderes: Artigas, Belgrano, San Martín, Güemes.
Todos ellos combatieron con las ideas y con las armas, no a los españoles en su
conjunto, pero sí al Absolutismo, a la monarquía despótica, a los privilegios
de los ricos, al sojuzgamiento de los pueblos americanos por los poderes
imperiales.
Entonces, Macri, no es que la Chola se vaya de la casa de su
mamá, con angustia o sin ella. Es que los hijos apropiados echan de su casa a
sus siniestros apropiadores, y lo hacen con razones, con justicia, con
esperanza, con coraje. De angustia, poco. Y no piensan invitar a los
apropiadores a celebrar con ellos el día de su liberación. Eso lo hace usted,
Macri, y hasta los que no sabemos por qué, lo imaginamos. Y también imaginamos que a
usted ni siquiera le importa la Chola.
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