lunes, 26 de octubre de 2009

Las veinte cargas de Juan Lavalle

El chico no tenía más de ocho o nueve años cuando leyó por primera vez ese libro que le había regalado su padre, quien a su vez lo había leído en su propia infancia. Era una vieja edición de los Episodios Nacionales, encuadernada en pasta. Su autor narraba, en clave heroica, sucesos de las guerras de la independencia.

Allí estaba un joven Juan Lavalle, al mando de una fuerza de trescientos granaderos, la única del ejército patriota que había logrado salir montada y entera de la derrota de Torata, en la sierra peruana, en 1822. Los demás soldados, vencidos y en fuga, indefensos y aterrados, trataban de atravesar a pie los arenales que los separaban del puerto de Ico, donde los esperaban los navíos que podían llevarlos a salvo hasta Lima.

La vanguardia del ejército español los perseguía. No parecía haber para ellos más que una muerte inminente. Lavalle, que habría podido ponerse a salvo fácilmente, eligió formar con su tropa a la retaguardia de los dispersos para proteger su retirada. Cuando los perseguidores estuvieron sobre sus espaldas, mandó volver caras, cargó contra ellos sable en mano, y los rechazó. Los realistas se rehicieron y volvieron al ataque. A lo largo de tres horas, la escena se repitió veinte veces, y veinte veces Lavalle y sus granaderos cargaron y rechazaron a sus enemigos, hasta que la persecución cesó. Los fugitivos, en tanto, consiguieron embarcarse y salvar sus vidas.

No hay en la evocación ninguna interpretación histórica acerca de la actuación posterior de Juan Lavalle, ni mucho menos una reivindicación del ejército criminal que absurdamente se ha pretendido heredero de aquel antiguo heroísmo. Hay solamente el recuerdo de un padre que tenía un caballo cuyo nombre era Veinte cargas en tres horas, la imaginación de un chico, que volaba por vez primera detrás de ideas deslumbrantes como la de pelear por una causa y la de jugarse por los compañeros en desgracia, y un libro querido que inauguraba una larga pasión por la historia, todavía viva.

5 comentarios:

  1. Veinte cargas... tu grato nombre y significado.
    Muy bueno Ulises. Aunque no tengo demasiadas armas, puedo apreciar un texto que invita a recargar ese sentido de pelear, ser solidario y tener pasión por una u otra cosa como decis.
    Saludos.

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  2. Gracias, amigo. No sé quién sos, pero entré en tu blog, y me da la impresión de que no tenés nada del nombre que elegiste.
    Un abrazo
    Ulises

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