jueves, 31 de marzo de 2011

Momento Macri

Mauricio Macri dijo el martes 29 que éste es "el peor momento de nuestra democracia, desde 1983". Es difícil adivinar en qué piensa Macri, si no es abusar del término. Pero más allá de que no se sepa qué es lo tan malo del presente, habría que proponerle al candidato a Presidente algunos malos recuerdos, aunque sea inútil: ¿De la Rúa, su estado de sitio y sus muertos? ¿la Bonaerense de Duhalde asesinando a Kosteki y a Santillán? ¿los carapintada extorsionando a Raúl Alfonsín en Semana Santa del '87? ¿las leyes del perdón, tristes hijas de ese chantaje armado? ¿los indultos de Menem? ¿el crimen de María Soledad Morales, encubierto por el poder político? ¿el horror de la AMIA? No importa, es sólo un ejercicio inútil.

viernes, 18 de marzo de 2011

La peste atómica

“Treinta días después de que la primera bomba atómica destruyera la ciudad - escribió en septiembre de 1945 el periodista australiano Wilfred Burchett -, la gente que sobrevivió al cataclismo sigue muriendo de modo misterioso y horrible, debido a algo desconocido que sólo puedo describir como peste atómica". Desde las ruinas desoladas de Hiroshima, Burchett desafiaba a la verdad oficial. Es que el New York Times, el gran vocero de quienes habían adoptado la criminal resolución de asesinar a más de cien mil seres humanos de un solo, aterrador bombazo, acababa de titular en primera plana: "Ninguna radioactividad en las ruinas de Hiroshima".

“Escribo como advertencia para el mundo”, se desesperaba Burchett. Ni qué decir tiene que el mundo no lo escuchó. A las mayorías no les llegó su mensaje, rápidamente silenciado por censuras y expulsiones. Los dueños del capital, en cambio, prefirieron mentir. Sesenta y cinco años más tarde, la riquísima burguesía japonesa, asociada con los que masacraron al pueblo de su país, hace fabulosos negocios mediante el empleo de la energía nuclear que le proveen más de cincuenta reactores atómicos instalados en un pequeño territorio isleño en el que viven ciento treinta millones de personas.

En estos días de espanto para el pueblo japonés, circulan correos electrónicos con un adjunto estremecedor. Es un fragmento de la película Sueños, que el cineasta Akira Kurosawa filmó en 1990: han explotado los reactores de una planta nuclear, los pobladores han huido en una estampida suicida, unos pocos que han quedado solos se entregan a un diálogo feroz. “Japón es tan pequeño que no hay escape”, dicen, “nos dijeron que las plantas nucleares eran seguras”, dicen, “que no habría accidentes, que no había peligro”. Una mujer dice que habría que colgar a los culpables.

Ahora, después del terremoto y del tsunami, ha sucedido de verdad, o tal vez habría que decir que ha sucedido de nuevo. Es probable que el sueño de Kurosawa estuviera en el inconsciente de las víctimas, que están allí, acosadas desde hace más de medio siglo por la peste atómica. Los culpables, en cambio, están dispersos por todo el mundo.

viernes, 4 de marzo de 2011

Cuándo se jodió Varguitas



Él tiene derecho a volverse tan desagradable como se le ocurra, y a pensar lo que quiera de lo que quiera. Antes, él cambió, aunque no haya sido más que en pequeños fragmentos, la vida de muchos. Porque nadie lee La ciudad y los perros a los veinte, ni Conversación en la Catedral a los treinta, ni La casa verde a cualquier edad, sin que algo cambie para siempre en su percepción del mundo.

Pero nadie, tampoco, revela toda esa historia, esas historias, sin ser alguien muy en particular. Alguien que ha visto, que ha entendido, que ha descifrado y que ha imaginado mucho más que esos otros que leen las historias que él narra. Un alguien peruano que parece haber entendido de qué va ser cholo o ser costeño en su país, de qué ser una puta en un caserío que linda con la selva amazónica, de qué padecer tortura, humillación y abusos en los tiempos de Rafael Trujillo en la Dominicana. De qué van el amor y el miedo, el deseo, la miseria, el odio, la cabeza y los huevos en la vida de cualquiera.

Entonces, cuando ese alguien peruano y escritor enorme expresa - que tiene derecho -, en La Nación - que tiene derecho a hacer de él su columnista -, que Cristina Fernández es “un desastre total” que sorprende por sus “niveles de incultura y de pobreza intelectual”, y que en cambio Silvio Berlusconi es “un caudillo democrático” que "se caracteriza por su elocuencia y su sentido del humor”, opiniones que parecen pertinentes para alguien cuyo intelecto nunca salió del country, o del barrio de Miraflores que lo parió, pero de donde parecía haber salido, sus lectores y el público en general también tienen derecho.

Por eso, venga o no venga a inaugurar la Feria del Libro, hable o no hable, descerraje o no sus sentencias contra la Presidenta, Varguitas ya se jodió, se jodió Mario Vargas Llosa en algún momento, cuándo habrá sido, y jodió a todos sus lectores, aunque tenga derecho. A todos sus lectores, a los que antes les cambió un pedacito de vida, a lo que también, enhorabuena, tenía derecho.