martes, 25 de noviembre de 2014

No como Brown

En el país de la libertad y de los individuos armados, un policía blanco asesina a un muchacho negro. Michael Brown, el chico, tiene 18 años, y está  desarmado. En Ferguson, la pequeña ciudad donde suenan las balas, lo ve medio mundo. Tres meses más tarde, un Gran Jurado decide que no hay pruebas para condenar a Darren Wilson, el agente que apretó el gatillo. Wilson dice que lo lamenta, pero que volvería a actuar de la misma manera. Dice que temió por su vida, porque Brown lo superaba físicamente. Y además era negro. Eso no lo dice. No importa si muchos testigos ven a Brown con las manos en alto cuando su cuerpo encaja los seis tiros que le pega Wilson. Y si lo ven caer a 150 metros del policía que teme por su vida. La población de Ferguson, cuando conoce el fallo judicial, estalla. Incendia autos, corta avenidas y autopistas, arroja botellas y ladrillos contra vehículos policiales. Pide justicia. Hay decenas de detenidos. Todo transcurre en un estado, Missouri, con una larga y dramática historia de crímenes contra la minoría negra. Su gobernador se llama Jay Nixon.  Su tío Richard hizo célebre al apellido. En otras ciudades y pueblos del enorme país otros miles salen también a la calle.  En Cleveland, Ohio, un agente dispara una bala de verdad a un niño negro de 12 años que empuña un arma de juguete, y lo mata. El Jefe de Policía lo defiende.   En San Luis, Missouri, la multitud ocupa las escalinatas del Tribunal que ha exculpado al matador de Brown, y advierte: “Si no lo procesan, vamos a pelear”. Barack Obama, el primer Presidente negro de la historia del enorme país, habla del asunto. Sin embargo, no anuncia que va a tratar de poner fin a los crímenes blancos. Pide que las protestas sean pacíficas. Les pide serenidad a las víctimas. Nada a los culpables. Muchos recuerdan entonces que él es negro, pero no como los otros. No desciende de africanos esclavizados en los Estados Unidos. No como Brown.