martes, 27 de julio de 2010

Pasión de historia

“Tome mi número de teléfono. Si quiere, la próxima vez que venga a Salta me llama, y lo llevo a la Quebrada de la Horqueta, donde lo hirieron a Güemes. No le cobro, sólo el combustible”. El viajero escucha las palabras del taxista, y se pregunta por qué, por enésima vez. Se lo ha preguntado cada vez que ha visto, en los edificios públicos, pero también en hoteles y en restaurantes, que no hay un solo sitio en que la bandera argentina no tenga a su lado una bandera salteña.

Si Martín Güemes está en todas partes y aparece diariamente en las conversaciones, pasa lo mismo con la batalla de Salta. Está en las faldas del cerro San Bernardo, donde los realistas pusieron el 20 de febrero de 1813 a los fusileros que más costó doblegar, porque en ese terreno no había caballería que valiese. Está en la casi abandonada finca de Castañares, donde pasó Manuel Belgrano la noche anterior al combate, rodeada ahora de la edificación urgente, apremiante, de los más pobres. Está en la iglesia de La Merced, donde se conserva la cruz de madera en la que Belgrano mandó escribir “a los vencedores y vencidos“, para clavarla en la fosa común en la que enterró a los muertos, en un rincón del campo de batalla. Un rincón al que sin querer le dio un nombre para siempre: Campo de la Cruz.

Los salteños saben su historia, en un país que las más de las veces se empeña en ignorar minuciosamente la suya. La saben, y la llevan puesta. El viajero, por momentos, cree que se trata de un malentendido, de un error, de una ficción. Después entiende que no, que es verdad, y que más temprano que tarde va a ir nomás a la Quebrada de la Horqueta, a conmoverse en el lugar en el que empezó a morirse Güemes. Como si fuera salteño.

martes, 13 de julio de 2010

Familia cristiana

Hacen bien. Hay que impedir eso que los perversos llaman matrimonio igualitario, en su absurda pretensión de igualdad ante la ley. El único modelo de familia es la familia cristiana. Una familia con una mamá y con un papá. La Virgen y San José. Eso es lo mejor para los niños. Los niños pueden entenderlo. Claro, pero esa mamá tuvo un hijo con otro, no con su marido, ¿eso no es pecado? ¿no es adulterio? Eso es lo que dice el catecismo. No, porque el otro era Dios. ¿Dios? ¿Dios, metiéndose entre un hombre y su legítima mujer? No, pero el hombre estaba de acuerdo, era como un menage a trois. Ahora, su mujer era virgen, o sea que el matrimonio, como dicen los cristianos, no se había consumado, ni se consumó nunca, porque ella, según la iglesia, murió virgen. Eso está bien, ¿o no? Es el ejemplo de la madre de Jesús y de su… bueno, ¿apropiador? No, padre adoptivo. Lo adoptó porque Dios no podía criarlo. Estaba ocupado y no tenía mujer. ¿No tenía mujer? ¿Y la virgen? No, la virgen era la mujer de San José. Además, el que la fecundó no era Dios, sino el Espíritu Santo. ¿Pero no eran lo mismo? No, bueno, no sé, más o menos. Bueno, como el hijo. ¿Cómo, como el hijo? Y, sí, el hijo también era la misma persona que el Espíritu Santo y que Dios padre. ¿El hijo era su propio padre? Y, sí, o más o menos. ¿Jesús era su propio suegro? ¿Dios es su propio hijo? ¿Quién es el cuñado? Demasiadas preguntas. Tienen razón. ¿Cómo explicarles a los niños que dos personas del mismo sexo pueden casarse? No podrían entenderlo.