
“Escribo como advertencia para el mundo”, se desesperaba Burchett. Ni qué decir tiene que el mundo no lo escuchó. A las mayorías no les llegó su mensaje, rápidamente silenciado por censuras y expulsiones. Los dueños del capital, en cambio, prefirieron mentir. Sesenta y cinco años más tarde, la riquísima burguesía japonesa, asociada con los que masacraron al pueblo de su país, hace fabulosos negocios mediante el empleo de la energía nuclear que le proveen más de cincuenta reactores atómicos instalados en un pequeño territorio isleño en el que viven ciento treinta millones de personas.
En estos días de espanto para el pueblo japonés, circulan correos electrónicos con un adjunto estremecedor. Es un fragmento de la película Sueños, que el cineasta Akira Kurosawa filmó en 1990: han explotado los reactores de una planta nuclear, los pobladores han huido en una estampida suicida, unos pocos que han quedado solos se entregan a un diálogo feroz. “Japón es tan pequeño que no hay escape”, dicen, “nos dijeron que las plantas nucleares eran seguras”, dicen, “que no habría accidentes, que no había peligro”. Una mujer dice que habría que colgar a los culpables.
Ahora, después del terremoto y del tsunami, ha sucedido de verdad, o tal vez habría que decir que ha sucedido de nuevo. Es probable que el sueño de Kurosawa estuviera en el inconsciente de las víctimas, que están allí, acosadas desde hace más de medio siglo por la peste atómica. Los culpables, en cambio, están dispersos por todo el mundo.
Me gustó la parte en la que remarcás que los japoneses exitosos de hoy son los asociados a los verdugos de la segunda guerra mundial. Los vendepatria no tienen nacionalidad, y los hay en todos los países...
ResponderEliminarExcelente, Ulises!!
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