domingo, 28 de agosto de 2011

El polvo y el olvido

El cronista admira a Jorge Luis Borges, de cuyo nacimiento se cumplieron 112 años el 25 pasado, y quiso ese día escribir una nota en torno de su grandeza y de su ceguera, una nota que incluyera, a modo de homenaje, estos versos formidables: “Pienso que si pudiera ver mi cara / sabría quién soy en esta tarde rara”.

Pero en la tarde rara está, de vuelta, el almirante Emilio Massera, traído esta vez no por los relatos de los testigos en los juicios que con dolor y esfuerzo este país ha logrado por fin montarles a los terroristas de Estado, sino por el estallido de su añejo, maloliente, repulsivo asunto sexual de hace más de treinta años con la todavía hoy estrella televisiva Graciela Alfano.

No es fácil para el cronista sacarse de encima el turbio asunto, que algunos llaman amorío, como si el ío final autorizara a emplear la palabra amor para una cosa así. El cronista se acuerda de haber oído el rumor en aquella época. En la Argentina del terror, la información no publicada circulaba boca a boca con una intensidad desconocida para quienes siempre han vivido en democracia. Esa chica estaba con ellos, se sabía, iba a sus fiestas, se acostaba con ellos, con él, como otras, como otros, que con sexo o sin él se arrastraban ante ellos, pura obsecuencia y alcahuetería.

La televisión se regodea en esa historia con una virulencia de la que carece para referirse a los otros, a los cómplices que ponían la cabeza y no el sexo. Algunos de ellos están ahí, son colegas de los que hablan en los programas de la tarde. El periodista Pablo Llonto ya los juntó en un memorable Top ten, del que aquí van solo algunos nombres: Grondona, Gelblung, Ruiz Guiñazú, Morales Solá, Fontevecchia. Tal vez, solo tal vez, cualquiera de ellos habría tenido más recursos para abstenerse de abrazar al genocida que la muchacha que solo sabía trabajar de eso.

El cronista piensa que no va a ser fácil terminar de digerir esa carga que este país lleva en el vientre. En la tarde rara, entonces, vuelven las palabras de Borges,  escritas pensando en otra cosa, en una biblioteca majestuosa y en unos ojos sin luz,  pero tan valiosas para pensar en ese mundo que ya no vive pero que no se deja morir, “como una pálida ceniza vaga que se parece al polvo y al olvido”.

2 comentarios:

  1. GRACIAS ULISES. LO QUE ME VIENE A LA CABEZA ENTONCES, ES: A POR ELLOS!!

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  2. Si. Lo que faltaria en el paises un juicio a los periodistas que hacen apologia o inventan noticias. Son capaces de todo. De intentar destruir a un juez intachable como Zaffaroni, de aprovecharse de lamuerte de Candela para ganar raiting, de inventar fraude, etc

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