domingo, 11 de septiembre de 2011

Dos onces de septiembre

Hace diez años, los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York produjeron el más tremendo ataque que sufrieron los Estados Unidos en su propio territorio a lo largo de 200 años de historia independiente. En los documentales que pasan hoy en muchos canales de televisión en todo el mundo, se ven el horror y la angustia en las caras de los estadounidenses que no podían creer que era verdad lo que estaba sucediendo ese día. También se ven asombro y desconcierto.

Al día siguiente, en una nota que publicó El País de Madrid, el periodista John Carlin imaginaba que la cabeza del que él llamaba “el americano medio” se formulaba estas preguntas: “¿Quién nos podría odiar tanto? ¿Por qué? ¿No somos no sólo el país más rico del mundo sino también el más bueno?”. Tal vez habría bastado recordarle apenas la bomba en Hiroshima para que el americano medio empezara a entender que había muchas razones para el odio, aunque ninguna justificara el espanto de la muerte indiscriminada, ahora en Nueva York.

Pero ese mismo 11 de septiembre, sin ir más lejos, se cumplían 28 años desde que los militares chilenos encabezados por Augusto Pinochet, estimulados, organizados y financiados por el gobierno de los Estados Unidos y su embajada en Santiago de Chile, 
descerrajaran un golpe de estado de inusitadas ferocidad y violencia contra el gobierno democrático de Salvador Allende. La dictadura que se instaló en Chile durante casi dos décadas, encarceló, torturó, asesinó, obligó al exilio a miles de militantes populares, intelectuales, trabajadores, hundió en el hambre y la pobreza a media población y llenó de privilegios a los ricos y a los serviles del poder. Todo con el patrocinio de la Casa Blanca de Washington.

Después del ataque en Nueva York, el gobierno del Presidente George Bush, so pretexto de justicia para las tres mil víctimas de su 11 de septiembre, inició una guerra en Afganistán y otra en Irak. Según cálculos moderados, la cantidad de muertos que ha resultado de ambas invasiones roza el millón. En Chile no hubo venganza, sino un denodado esfuerzo por recuperar la libertad y la dignidad, por parte de ese pueblo que con tanta grandeza había expresado Allende. Ahora mismo, en la calle, los estudiantes que pelean contra la  herencia que les dejó el dictador protegido por los Estados Unidos empiezan a sacudir la siniestra memoria del 11 de septiembre que les ha tocado.


3 comentarios:

  1. Muy bueno Ulises. Luego de sus respectivos 11 de septiembre me gusta, especialmente, cómo remarcás el contraste entre lo que hizo -y sigue haciendo- la fuerza militar incontrastable de las grandes corporaciones del imperio y lo que está haciendo -y antes no pudo hacer- la otra fuerza, la de un pueblo cansado de abusos y más vivo que nunca. Por menos Walkers y más Salvadores, amén.

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  2. Cuídate de que nadie te odie con razón, decía Catón, que era romano y los romanos sabían mucho de odio y razón imperial.
    Excelente, Ulises!
    Abrazo!!

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  3. Profe, cómo le va? Gracias por su firma en mi blog, me alegro que le haya gustado.
    Yo suelo leer el suyo, de hecho tengo el link en mis "Páginas Favoritas" del blog. Particularmente me gustó mucho esta, del 11 de septiembre, y "Familia Cristiana".
    Le mando un abrazo, que siga bien.
    Matías.

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