miércoles, 11 de abril de 2012

En un tren, atravesando el campo

Ir en un tren, atravesando el campo. Subir en la estación Lacroze, iniciar el viaje hasta Villaguay, Entre Ríos, que se sabía cuándo empezaba pero no cuándo iba a terminar, pero que prometía al final un alborozo de abuelos, primos, amigos. Cruzar el Paraná en ferry, antes de que el puente cambiara todo, o casi todo, las largas horas en el río, bordeando las islas, con calor y mosquitos pero con ese inolvidable olor a vagón, a locomotora, a asiento de tren, a material ferroviario.

Eran los años cincuenta, y los de principios de los sesenta. A veces el tren se quedaba detenido en medio del campo, y los pasajeros bajaban a estirar las piernas, y el olor era a pasto, a bosta, a cielo abierto. Después, o antes, algunos chicos saludaban con la mano en alto desde los ranchos a la vera de las vías, y les devolvíamos el saludo desde la ventanilla. Y el coche comedor. Por alguna razón, ningún restaurante, en ninguna de las ciudades que he conocido en los años posteriores me devolvió nunca el gusto del bife con huevos fritos del coche comedor de esos trenes del ferrocarril Urquiza de hace cincuenta años.

Y después, a lo largo de los años, por otros motivos, a Mar del Plata, a Olavarría, a Rosario, siempre los trenes atravesando el campo. Los trenes, inseparables de la noción de construcción de una nación en el siglo XIX. Los trenes de los ingleses y sus estaciones tan inglesas, una de las cosas más argentinas que hayan existido. La revolución conservadora terminó con todo. Carlos Menem lo hizo aquí en los noventa, ramal que para, ramal que cierra, pueblos fantasma, los mismos que se habían levantado en torno de la estación y del almacén de Ramos Generales en cualquier lugar de la pampa..

Ahora, los trenes son apenas algo más que máquinas de transportar malamente a los trabajadores del conurbano hasta sus lugares de trabajo en la ciudad, y de vuelta a casa, enlatados, oprimidos, para ganancia de empresarios parásitos y desenfrenados, con protección de un estado que mira para otro lado, por venalidad, por desinterés, por falta de audacia, de proyecto. En la estación Once, donde murieron más de cincuenta personas hace casi dos meses, no se estrelló solo un tren. Se estrellaron un país, una historia, una ilusión. No es que los trenes no puedan volver a atravesar el campo. Sí que pueden, pero va a haber que poner lo que hace falta. Si no, todo lo demás no habrá servido para nada.

5 comentarios:

  1. Poner lo que hace falta, para que las lindas historias de trenes puedan también tener sabor a nuevo.

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  2. Santiago Geraghty11 de abril de 2012, 8:14

    Linda pintura, Ulises. ¿También a Olavarría? Justamente me hiciste acordar mis viajes de chico, cuando vivía justamente ahí, y después, a llevar de visita al afecto. También me acordé de aquellas vacaciones cuando estaba en 3° año, con mi hermano mayor (5°) y un amigo de éste. Tres vagos invitados a una casa alquilada en Embalse por la familia de un cuarto, y sin un peso partido al medio para viajar. La tolerancia de los guardas que nos dejaron viajar hasta Villa María en el viaje de ida, que sabían que jamás íbamos a pagar el boleto y que tres pasajeros más no hacían diferencia. La complicidad de un pasajero de clase turista (porque en nuestro particular sentido de la decencia, nos parecía un despropósito colarnos en primera o pullman) que nos ayudó a esquivar a los guardas en el de vuelta, que nos alimentó con pan y salamines caseros, que nos contó de su nieto de nuestra edad y que, antes de bajar del tren, personalmente le pidió al guarda que nos deje bajar tranquilos: resultó ser (según nos contó luego el guarda) un superior de él en la empresa, que regresaba de un viaje por motivos personales. Comparto las impresiones por lo ocurrido, también dejando la mezquindad política de lado.

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  3. El me dijo una vez (hace ya 18 años) que el mesias seria de esta tierra, el gran cambio se originaria aqui, que la primera evidencia, sera en un tren.

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  4. El sistema ferroviario argentino lo armaron los ingleses para llevarse el trigo a Europa. Cerca de mi casa, todavía hay un viejo puente de hierro que reza en un lateral: "Compañía Británica de Construcciones de Acero". Después vino el peronismo y estatizó los trenes. Después vino el peronismo y los privatizó. Ahora viene el peronismo para salvarnos del peronismo y volver a estatizar (?) lo que antes estatizó y privatizó el peronismo.

    Abrazo!!

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  5. Hermoso relato. En la memoria colectiva de todos aquellos que venimos del interior y el tren fue el puente a la gran ciudad.

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