Mi hijo Matías me mandó hoy un mensaje con unos videos de la
televisión española sobre los recitales de Joan Manuel Serrat en el Luna Park,
en junio de 1983. Yo estaba ahí, en una de esas gradas repletas, no solo de
personas, sino de mucho más. Las imágenes y el sonido, a veces, devuelven la
vida a emociones que el tiempo y las circunstancias van relegando a rincones de
la memoria.
Ahora me acuerdo de todo, como si estuviera sucediendo: la
expectativa, la alegría tanto tiempo contenida, una extraña fraternidad en un
público que celebraba una fiesta. No se trataba solo del regreso de un cantante
popular, querido y admirado, ausente del país desde hacía ocho o nueve años.
Era como si la vida, brutalmente interrumpida por el terror y la barbarie,
retomara su curso, herida pero imparable.
Cuando él apareció en la escena, precedido por los primeros
acordes de la primera canción, estalló el estribillo que unificó a la multitud:
“Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Serrat se quedó quieto,
en silencio, asintiendo con la cabeza, y no hizo el menor gesto hasta que,
varios minutos después, mientras seguía sonando la música sin otras palabras
que las del público, el apagarse del estribillo lo autorizó a a cantar.
Disfrutamos de las viejas canciones, y subrayamos con
aplausos y vítores cada frase que aludía, aunque fuera lateralmente, al cambio
de época que deseábamos. “Prefiero”, cantaba, “la revolución a las pesadillas”,
y nuestra propia pesadilla de más de
siete años nos hacía llorar. Pero se terminaba, y el sonido de esa canción,
ahí, en el corazón de una Buenos Aires ensangrentada y envilecida, era un
testimonio de ese final.
No somos los mismos de entonces, y seguramente tampoco lo es
Serrat. Pero más allá de lo que cada uno piense o sienta ahora, treinta años
más tarde, en esas noches se anudó un lazo que tal vez nada pueda destruir. Un
lazo hecho de nuestra propia historia, de un momento de ella que no está en
archivos ni en documentos, sino en aquellos corazones nuestros, maltrechos y
sobrevivientes.
Leo esto y se me caen algunas lágrimas. Esa noche compredí que Serrat estaría unido a esta país por siempre. Igual que cuando cantó gratis en la plaza Congreso en apoyo a los docentes, durante la década infame del Menemismo. Gracias por este recuerdo
ResponderEliminarGracias a vos por tu comentario. Siento lo mismo.
EliminarUlises
Muy buena nota, pa. El informe de la TVE es excelente! Cuando te vea te explico como subirlo al blog completo.
ResponderEliminarAbrazo.
Martín.
Gracias, Negrito. Y sí, dale, el know how será bienvenido. Un abrazo.
Eliminarlindo recuerdo
ResponderEliminarGracias, Mary
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