martes, 27 de julio de 2010

Pasión de historia

“Tome mi número de teléfono. Si quiere, la próxima vez que venga a Salta me llama, y lo llevo a la Quebrada de la Horqueta, donde lo hirieron a Güemes. No le cobro, sólo el combustible”. El viajero escucha las palabras del taxista, y se pregunta por qué, por enésima vez. Se lo ha preguntado cada vez que ha visto, en los edificios públicos, pero también en hoteles y en restaurantes, que no hay un solo sitio en que la bandera argentina no tenga a su lado una bandera salteña.

Si Martín Güemes está en todas partes y aparece diariamente en las conversaciones, pasa lo mismo con la batalla de Salta. Está en las faldas del cerro San Bernardo, donde los realistas pusieron el 20 de febrero de 1813 a los fusileros que más costó doblegar, porque en ese terreno no había caballería que valiese. Está en la casi abandonada finca de Castañares, donde pasó Manuel Belgrano la noche anterior al combate, rodeada ahora de la edificación urgente, apremiante, de los más pobres. Está en la iglesia de La Merced, donde se conserva la cruz de madera en la que Belgrano mandó escribir “a los vencedores y vencidos“, para clavarla en la fosa común en la que enterró a los muertos, en un rincón del campo de batalla. Un rincón al que sin querer le dio un nombre para siempre: Campo de la Cruz.

Los salteños saben su historia, en un país que las más de las veces se empeña en ignorar minuciosamente la suya. La saben, y la llevan puesta. El viajero, por momentos, cree que se trata de un malentendido, de un error, de una ficción. Después entiende que no, que es verdad, y que más temprano que tarde va a ir nomás a la Quebrada de la Horqueta, a conmoverse en el lugar en el que empezó a morirse Güemes. Como si fuera salteño.

4 comentarios:

  1. Es muy propio de nuestro país, donde sólo lo que pasa en Buenos Aires parece ser importante.
    Gracias Ulises, interesantísima crónica.
    Un abrazo.

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  2. Muy lindo. Muy muy lindo. Me encantó. Taty

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  3. Me dio la misma impresión cuando fui a Salta en enero de 2009. Güemes estaba por todos lados y eso me llamaba muchísimo la atención. Es que para mí, con una formación de escuela porteña a cuestas, era solo un personaje secundario.

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  4. Fui a Salta, por primera vez, en 1965, como parte del grupo de bachilleres egresados de la escuela Normal de Tandil. Aprendí algo de historia viva de la voz de los changos que, desde un mirador, en forma acelerada y con voz poco audible, contaban la hazaña de Belgrano, de su entrega a la patria y de su generosidad al donar el premio (creo que 40 mil pesos)para construior una escuela.
    Muy buena tu publicación; Ulises.

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