martes, 10 de agosto de 2010

La Franja de Gaza

A la Franja de Gaza no la quiere nadie. Salvo, por supuesto, el millón y medio de personas que la habitan, y que querrían hacer de sus 360 kilómetros cuadrados una parte del estado palestino al que no se le permite nacer. Setenta de cada cien de esos habitantes están situados por debajo de lo que las estadísticas llaman la línea de pobreza, y cien de cada cien viven expuestos a las miserias propias de la ocupación militar por parte del estado de Israel, que la ocupó por la fuerza en la guerra de los Seis días, en junio de 1967.

No la quiso Egipto en 1978, cuando pudo obtenerla por medio de los acuerdos de Camp David, que sellaron su paz con Israel, que ya no la quería. Mucho menos la quisieron los israelíes desde 1987 en adelante, cuando la Intifada, la rebelión en la que niños y jóvenes de Gaza se enfrentaron a pedradas contra las patrullas del ejército de ocupación, les demostró que la Franja era, como lo había anticipado su histórico lider Ben Gurion, “una bomba de relojería”.

Es que los palestinos de Gaza, además de pobres, son rebeldes desesperados. Por eso tampoco la quieren los dirigentes de Al Fatah, la organización palestina que se ha vuelto aceptable para israelíes y estadounidenses: como no pueden controlarla, prefieren dejarla en manos de sus rivales de Hamas, islamistas radicales ganadores de las últimas elecciones libres en los territorios ocupados, que no parecen dispuestos a rendirse.

Hamas es una organización a la que la Casa Blanca califica de terrorista. Sus votantes, por lo tanto, pueden ser privados del agua, pueden ser obligados al hambre y al desamparo. Los niños de Gaza pueden ser ametrallados mientras toman sol, y pueden ser destrozados por las mismas aplanadoras israelíes que demuelen las casas de sus familias.

Algunos diarios de hoy publican una breve noticia: los hospitales de Gaza están sin electricidad por falta de combustible. Eso podría provocar una crisis humanitaria. Con tanta humanidad sufriente, la expresión crisis humanitaria puede no significar mucho para los que allí viven y padecen. El apagón, en cambio, puede resultar un alivio para muchos de los poderosos del mundo. Porque a la Franja de Gaza no sólo no la quiere nadie: casi nadie la quiere ver. La oscuridad ayuda.

3 comentarios:

  1. Coincido con vos Ulises en que nadie quiere a la Franja de Gaza, y me desespera eso. Me gusta mucho como tu artículo pinta una imagen muy triste de abandono y acuerdos políticos que reflejan lo peor de nuestra especie humana. Espero que tu aporte narrativo y formativo, junto al aporte de tantos otros que queremos que la Franja de Gaza importe, contribuyan, al menos de a poco, a que los palestinos sean considerados y luego tratados como personas. Para eso necesitamos de todos, fundamentalmente de los israelíes humanitarios que quieran hacer valer su voto.

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  2. Ulises, permitime hacer un link en mi blog de éste post. Muy bueno.

    Patricio.

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  3. Gracias a vos y al libro de Pedro Brieger empecé a entender los conflictos en Medio Oriente. Sólo un poco.
    Como siempre, muy expeditivo, Úlises.
    Un abrazo.

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