sábado, 18 de mayo de 2013

Que no descanses, Videla


Mientras él estaba en el poder, mastiqué odio, rabia, dolor, miedo, vergüenza. Una vez, un amigo que se iba del país me preguntó por qué me quedaba. Le dije que quería estar aquí el día de la revancha. No hubo revancha. Hubo, sí, casi al final, el día en el que les gritamos asesinos en la Plaza, y ellos nos gasearon y balearon al obrero mecánico Dalmiro Flores.

Hubo, después, los incontables días en que marchamos gritando los desaparecidos, que digan dónde están, ni olvido ni perdón, no hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos del Proceso, hubo un juicio, condenas, pero también la obediencia debida, el punto final, los indultos. No hubo revancha.

Después de muchos años, llegó una dosis de justicia, sin revancha, y él fue a parar a una celda, donde ayer murió. Eso no calma ni el dolor, ni la vergüenza, ni la rabia. Ya no hay miedo, desde hace tiempo, y ese objeto de odio ha desaparecido de este mundo. Se llevó muchos años de nuestras vidas, y demasiadas vidas. Que no descanses, Videla.

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