
Algo más de doscientos años después, nació en las misiones guaraníticas que siempre habían estado subordinadas a Asunción del Paraguay un niño al que el destino le depararía la condición póstuma de héroe argentino: José de San Martín. Durante la vida pública de ese niño, que fue general de la independencia de América del Sur, sus adversarios políticos, que los tuvo, y feroces, se regodearon en recordar su origen: el cholo de las Misiones, lo llamaron, el indio guaraní, el soldadote paraguayo.
Para él mismo, ese origen significaba algo. Es conocido el dato de que cuando se le encomendó la organización de un cuerpo de caballería, que llegaría a ser el famoso regimiento de Granaderos a Caballo, pidió que se reclutaran en las Misiones, su tierra natal, trescientos de sus paisanos, que serían su primera tropa. Entre ellos estaban el mestizo Miguel Chepoyá, y un tal Juan Bautista Cabral, de madre africana esclava y de padre guaraní.
El tres de febrero de 1813, dos escuadrones de Granaderos a Caballo al mando de su teniente coronel, San Martín, batieron en San Lorenzo, en la actual Santa Fe, a orillas del Paraná, a una tropa realista que había desembarcado con el fin de saquear las inmediaciones. En el combate, como es fama, murió Cabral, que salvó la vida de su jefe.
Después de los tiros, del humo de las explosiones, de las cargas de caballería, de la sangre, el vencedor ofreció al vencido un canje de prisioneros. Entre los que devolvieron los realistas estaba un criollo mestizo de Asunción que se ganaba la vida comerciando con su bote por las costas del Paraná. Lo habían apresado por la madrugada, antes del desembarco. San Martín en persona le ofreció incorporarse al regimiento de Granaderos en carácter de soldado raso. Por alguna razón, el hombre aceptó. Se llamaba José Félix Bogado.
Trece años más tarde, ya terminadas las guerras de la independencia, los restos del regimiento regresaron a Buenos Aires después de hacer las campañas del Alto Perú, la de los Andes, la del sur de Chile, la de Lima, la de la Sierra, la de Ecuador, las de Junín y Ayacucho - al mando ya de Antonio de Sucre y de Simón Bolívar. Llegaron a Buenos Aires, ignorados por el gobierno de Bernardino Rivadavia, que ordenó la disolución del cuerpo, dejaron sus armas en el Retiro, frente al que había sido su primer cuartel, y se dispersaron.
Su jefe era el coronel José Félix Bogado, paraguayo, reclutado por San Martín como soldado raso trece años atrás. Sólo quedaban siete miembros del regimiento original que había salido de Buenos Aires para dar la vuelta al continente. Uno de ellos, el que tocó la última clarinada, como adiós a los caídos en la larga campaña, fue Miguel Chepoyá. También era guaraní.