sábado, 31 de diciembre de 2011
A Fierrito, in memoriam
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Cuento de Navidad
lunes, 19 de diciembre de 2011
Dorrego y Pacho, segunda parte
El exilio de Dorrego se inició en noviembre de 1816, y el cruce de los Andes por el ejército de San Martín, en enero de 1817. El desterrado volvió al Río de la Plata en 1820, dos años después de Maipú. ¿Cuáles serán las mejores batallas del Libertador, en las que Dorrego mandó su vanguardia, según Pacho? El cronista no habría puesto a Ernesto Sabato al frente de ningún instituto de investigación histórica, pero Sabato era un narrador de ficciones, y nadie tiene derecho a exigirle que lo que cuenta sea cierto. Al director del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, que se postula como revelador de la historia “que no nos contaron”, en cambio, sí.
domingo, 18 de diciembre de 2011
Dorrego y Pacho
jueves, 24 de noviembre de 2011
Bussi, lloriqueando
lunes, 21 de noviembre de 2011
España negra
miércoles, 19 de octubre de 2011
Cristina y la esperanza de los infelices

jueves, 13 de octubre de 2011
Un mundo, un dolor
lunes, 10 de octubre de 2011
Pena de muerte, al azar
domingo, 25 de septiembre de 2011
Ser Sarmiento
El bicentenario del nacimiento de Domingo Sarmiento, el 15 de febrero pasado, pasó sin pena ni gloria. No es para menos. Esta posteridad, la que los argentinos constituyen hoy, no le perdona al sanjuanino la represión feroz de los paisanos riojanos durante la guerra de policía que encabezó contra Vicente El Chacho Peñaloza en 1862 y 63, ni la masacre de los entrerrianos de Ricardo López Jordán a partir de 1870, ni el fervor con el que celebró el exterminio del pueblo paraguayo por parte de

domingo, 11 de septiembre de 2011
Dos onces de septiembre


domingo, 28 de agosto de 2011
El polvo y el olvido
viernes, 12 de agosto de 2011
Resistencia
lunes, 18 de julio de 2011
Un país de blancos
viernes, 15 de julio de 2011
Vida presunta de un Jefe de Gobierno
jueves, 16 de junio de 2011
Hermanos aborígenes, negros cabeza
Todos los propietarios, en este país, viven en tierras que fueron de los pueblos originarios, los antiguamente llamados indios. Sin embargo, a nadie se le ocurre reivindicar para los querandíes o sus descendientes, por ejemplo, las enormes extensiones de tierra acaparadas por los dueños de la provincia de Buenos Aires.
sábado, 4 de junio de 2011
Es palabra de Grondona

miércoles, 25 de mayo de 2011
Viene asomando

sábado, 14 de mayo de 2011
Vidal por Michetti

Su perspicacia política queda probada por un mensaje que precedió por poco tiempo a la sanción de la ley de medios y a la de matrimonio igualitario: “Los K tienen miedo. La ola amarilla no se para con nada!”. Ella es María
Tal vez a esa formación académica haya que atribuir un mensaje que envió por twitter el 16 de junio del año pasado, en el que citaba a Don Bosco: “Nunca hay que decir no me toca, sino voy yo”. También parece ser amiga de un tal padre Pepe, que suele acompañarla a charlas sobre el paco, y de
En algunos asuntos, sus mensajes de twitter son avaros. Es difícil encontrar, por ejemplo, referencias al hecho de que la población de las villas en la ciudad de cuyo desarrollo social ella se ocupa ha llegado a casi 300.000 personas. El que los lea buscando esas señales, puede llamarse a engaño al llegar al 3 de julio."Mucha tristeza", tecleó Vidal ese día. Pero no. Se refería a la derrota del seleccionado argentino de fútbol contra Alemania, en el mundial de Sudáfrica. Unos días antes ya había comentado, con agudeza futbolera: “Los mejicanos tienen más la pelota que nosotros…por eso el gol”. Puede sonar exagerado, pero Vidal parece capaz de hacer extrañar a Gabriela Michetti.
jueves, 5 de mayo de 2011
Mentiras y verdades

“De verdades hace mentiras, de mentiras hace verdades”, escribía el arcipreste de Hita hace setecientos años. Él pensaba simplemente en el dinero. Hoy, acaso, el sujeto hacedor de mentiras y verdades sería el poder, o los medios, o el dinero, por qué no, en última instancia. Como sea, el último fin de semana resultó notablemente propicio para acordarse una y otra vez de la vieja letrilla medieval.
En la Casa Blanca de Washington, el presidente del estado más poderoso de la tierra hizo de mentiras verdades cuando llamó justicia al acto de terrorismo de estado que tropas de su mando habían cometido en una remota población de Pakistan, sin conocimiento siquiera de las autoridades de ese país. También las hizo cuando dio por probadas la identidad del muerto, su presunta historia, sus presuntas culpas. Miles de comunicadores, que le hicieron coro, convirtieron en mentira una vieja verdad: la información que procede de los servicios de inteligencia sólo merece ser tratada como carne podrida.
domingo, 24 de abril de 2011
Resurrecciones

Mientras celebraban la resurrección de entre los muertos del improbable Jesús de Nazareth, de cuya existencia histórica hay tantos indicios como de las de Hércules, Tarzán o el Rey Arturo, los obispos de la iglesia argentina criticaban en sus homilías el abandono de la niñez por parte del Estado argentino.
Se referían, claro está, al Estado argentino gobernado por Cristina Fernández, que ha instituido
No se referían, en cambio al Estado argentino que presidía Carlos Menem, que defendía a capa y espada los derechos del niño por nacer mientras mataba de hambre a los niños nacidos. Tampoco se referían al Estado argentino que presidía ilegalmente Jorge Videla, que obligaba a parir a las militantes populares en campos de concentración para después robar a los bebés y repartirlos entre los asesinos y torturadores de sus padres. En esos tiempos, los obispos argentinos, salvo escasísimas y honrosas excepciones, sólo expresaban beneplácito para con el poder político.
Mentiras y fábulas groseras para apaciguar a los débiles, complicidad y obsecuencia con los poderosos, con los explotadores, con los represores de los pueblos. Esa y no otra es la fórmula que emplea la iglesia católica desde hace por lo menos mil ochocientos años, cuando el emperador romano Constantino facilitó a los cristianos el salto de perseguidos a perseguidores.
Jesús de Nazaret sigue todavía resucitando entre el incienso y los vítores de ensotanados mentirosos o mitómanos, perversos, pedófilos y otras lindezas. Sin embargo, hay algo que se está moviendo bajo los pies de los curas y ellos lo saben. Es que a principios del siglo XXI, las patas de las resurrecciones falsas empiezan a hacerse, por fin, cada vez más cortas.
La ilustración reproduce una obra de León Ferrari.
jueves, 21 de abril de 2011
Savater, por algo será
viernes, 8 de abril de 2011
Inquisidores

jueves, 31 de marzo de 2011
Momento Macri

viernes, 18 de marzo de 2011
La peste atómica

“Escribo como advertencia para el mundo”, se desesperaba Burchett. Ni qué decir tiene que el mundo no lo escuchó. A las mayorías no les llegó su mensaje, rápidamente silenciado por censuras y expulsiones. Los dueños del capital, en cambio, prefirieron mentir. Sesenta y cinco años más tarde, la riquísima burguesía japonesa, asociada con los que masacraron al pueblo de su país, hace fabulosos negocios mediante el empleo de la energía nuclear que le proveen más de cincuenta reactores atómicos instalados en un pequeño territorio isleño en el que viven ciento treinta millones de personas.
En estos días de espanto para el pueblo japonés, circulan correos electrónicos con un adjunto estremecedor. Es un fragmento de la película Sueños, que el cineasta Akira Kurosawa filmó en 1990: han explotado los reactores de una planta nuclear, los pobladores han huido en una estampida suicida, unos pocos que han quedado solos se entregan a un diálogo feroz. “Japón es tan pequeño que no hay escape”, dicen, “nos dijeron que las plantas nucleares eran seguras”, dicen, “que no habría accidentes, que no había peligro”. Una mujer dice que habría que colgar a los culpables.
Ahora, después del terremoto y del tsunami, ha sucedido de verdad, o tal vez habría que decir que ha sucedido de nuevo. Es probable que el sueño de Kurosawa estuviera en el inconsciente de las víctimas, que están allí, acosadas desde hace más de medio siglo por la peste atómica. Los culpables, en cambio, están dispersos por todo el mundo.
viernes, 4 de marzo de 2011
Cuándo se jodió Varguitas

Él tiene derecho a volverse tan desagradable como se le ocurra, y a pensar lo que quiera de lo que quiera. Antes, él cambió, aunque no haya sido más que en pequeños fragmentos, la vida de muchos. Porque nadie lee La ciudad y los perros a los veinte, ni Conversación en la Catedral a los treinta, ni La casa verde a cualquier edad, sin que algo cambie para siempre en su percepción del mundo.
Pero nadie, tampoco, revela toda esa historia, esas historias, sin ser alguien muy en particular. Alguien que ha visto, que ha entendido, que ha descifrado y que ha imaginado mucho más que esos otros que leen las historias que él narra. Un alguien peruano que parece haber entendido de qué va ser cholo o ser costeño en su país, de qué ser una puta en un caserío que linda con la selva amazónica, de qué padecer tortura, humillación y abusos en los tiempos de Rafael Trujillo en la Dominicana. De qué van el amor y el miedo, el deseo, la miseria, el odio, la cabeza y los huevos en la vida de cualquiera.
Entonces, cuando ese alguien peruano y escritor enorme expresa - que tiene derecho -, en La Nación - que tiene derecho a hacer de él su columnista -, que Cristina Fernández es “un desastre total” que sorprende por sus “niveles de incultura y de pobreza intelectual”, y que en cambio Silvio Berlusconi es “un caudillo democrático” que "se caracteriza por su elocuencia y su sentido del humor”, opiniones que parecen pertinentes para alguien cuyo intelecto nunca salió del country, o del barrio de Miraflores que lo parió, pero de donde parecía haber salido, sus lectores y el público en general también tienen derecho.
Por eso, venga o no venga a inaugurar la Feria del Libro, hable o no hable, descerraje o no sus sentencias contra la Presidenta, Varguitas ya se jodió, se jodió Mario Vargas Llosa en algún momento, cuándo habrá sido, y jodió a todos sus lectores, aunque tenga derecho. A todos sus lectores, a los que antes les cambió un pedacito de vida, a lo que también, enhorabuena, tenía derecho.
martes, 22 de febrero de 2011
Enero en Uruguay

En Punta del Diablo, lindo y caliente como una brasa, el próspero dueño de un bello bolichito con terraza asomada sobre las rocas y la espuma de la rompiente se mofa de los turistas, sus comensales incluidos: “Acá vienen los que quieren gastar mucho y pasarla mal, yo no entiendo cómo me pagan 350 dólares diarios por mi casa, cuando por esa plata hasta tendrían una mucama en Punta del Este”. Afuera, aparentemente feliz, se calcina una multitud de jóvenes de procedencias diversas.
El viento impiadoso y el agua helada no son suficientes en La Paloma para impedir que encalle un ballenato, extraviado según las autoridades, lastimado o no, depende de quien informe, con la gente apiñada en la playa, con su aspecto de molusco gigantesco y triste, con su falta de voluntad para vivir aguas adentro.
La ruta del regreso, gracias a extravíos y errores varios, no desemboca en el más eficaz de los recorridos, se hace larga, rompe la monotonía del asfalto entrando en uno y otro pueblo. Por ahí, un cartel anuncia un puente sobre un río, y el río se llama Santa Lucía, y entonces está claro que se trata del “puente de fierro sobre el pajonal” al que cantaba Alfredo Zitarrosa, ese al que el Loco Antonio “amaba más”, el mismo Loco Antonio al que la bajante “encontraba pensando y dele fumar”. El tiempo y las cosas, por un instante breve, vuelven a estar en su lugar, sea cual sea.
La foto es de Natalia Kurchin.
sábado, 8 de enero de 2011
Brecht, Cedrón y San Jamás

Jorge Cedrón murió apuñalado mientras su suegro, Saturnino Montero Ruiz, amigo de Lanusse y ex intendente de facto de Buenos Aires, era mantenido secuestrado en la capital francesa vaya a saber por quién y con qué objetivos. Eran los tiempos en que los hombres de Emilio Massera operaban en París en pos de, en conversaciones con, los de Eduardo Firmenich. De la muerte de Cedrón se dijo que había sido un suicidio. Claro, fueron muy pocos los que vieron que las puñaladas eran cinco y que el cuchillo descansaba en la mano derecha del cadáver de Cedrón, que era zurdo.
Todo eso es lo que narra el film Jorge Cedrón, cuentos clandestinos, que me acercó Julia Baglietto, su directora de fotografía. En la película, como suele suceder, hay mucho más. Hay una época y una historia. Lo más rico, lo más imprevisible, se va tejiendo desde el principio pero sólo estalla en ese final con el Tata, su guitarra, su sonrisa sorprendida, su mirada que no parece terminar de entender, y el auxilio de nada menos que Bertold Brecht, el poeta de San Jamás, que harto ya de esperar anuncia que ese día será “no mañana por la mañana, sino antes que el gallo empiece a cantar”.
Pero a Brecht, comunista en tiempos del nazismo, no le habían tocado días de victoria sino “tiempos sombríos”, en que había que cambiar “de país como de zapatos, a través de las guerras de clases”. Unos tiempos en los que, en definitiva, había lugar para esos versos finales de A los hombres futuros: “…cuando llegue el tiempo en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia”. Al terminar la película, no resulta difícil imaginar a Jorge Cedrón murmurando esos versos en voz baja.
martes, 4 de enero de 2011
Furias de Gran Hermano

La versión local, y presente, tiene la desventaja adicional de que su conductor es un individuo que induce, por diversas razones, al más cerrado pesimismo acerca de las potencialidades de la comunicación. Se llama Jorge Rial. Lo asiste un relativamente amplio séquito de sujetos que se prestan a debatir, a interpretar, a discurrir sobre todo lo que pasa o no pasa en la casa escenario del show. Ninguno de ellos, que se sepa, ha encandilado a nadie con sus luces.
En los últimos días se pudrió todo. Es que los participantes en el programa, llevados seguramente por el aburrimiento, por el deseo sexual reprimido, por la escandalosa anormalidad de la situación (que, como Rial repitió el domingo 2 de enero un centenar de veces, todos ellos aceptaron libremente) se dedicaron un par de veces a tirarse almohadas, con lo que resultaron rotos algunos picaportes, cámaras y micrófonos. Así que el mismísimo Gran Hermano, un locutor que lee con voz engolada unos textos de baja calidad (con perdón de la comunicadora que empleó esta expresión para referirse a los inmigrantes de países limítrofes) se sintió obligado a poner orden, y adoptó una resolución a la que llamó, con anacrónica desdicha, comunicado: por los actos de violencia, los encerrados perdieron una cantidad de comida extra que al parecer se habían ganado en buena ley en un desafío ideado por la propia producción.
Los jóvenes participantes, que están ahí vaya a saber por qué razones, se retobaron. No les gustó ni un poquito que los sancionaran con una quita de comida. Daba la impresión de que tampoco les gustaba el trato, ni el tono, ni el cómo ni el porqué. Y discutieron. Rial simuló escandalizarse: “¡Hace una hora que estamos hablando de esto!”. Uno de los insubordinados respondió, con una media sonrisa: “Será que estamos midiendo bien”. Los panelistas amaestrados de Gran Hermano se indignaron. Uno de ellos sintetizó el sentimiento general: “¿Cómo puede hablar de rating, si no sabe? ¿Cualquiera se pone a hablar de rating?”
Que cualquiera hable de rating puede ser grave. Pero tal vez no lo sea menos que los panelistas insistieran en identificar a los descaminados participantes de un show televisivo, que ahitos de ocio se han puesto revoltosos, con los trabajadores y con los estudiantes que cortan calles o toman colegios en defensa de sus derechos. La magia de la televisión logró hacer entrar a unos y otros en dos palabras: piqueteros y vándalos. No faltaron, como en altri tempi, profusas reflexiones acerca de qué clase de madres habrán sido las de esos muchachos. Que Gran Hermano se apiade de todos ellos.